Jugar forma parte de nuestras vidas. Desde la infancia, el juego constituye una forma natural
de aprendizaje, tanto de roles como de habilidades o conceptos. Por ello, se utiliza como
herramienta educativa en las escuelas y otros espacios de educación no formal e informal.

En el ámbito educativo cada vez es más habitual la utilización de juegos de mesa y de nuevas
tecnologías para favorecer el aprendizaje de determinados contenidos, competencias o
habilidades.

Pero el juego puede ir mucho más allá. Actualmente el mundo afronta enormes retos para el
medioambiente, la cohesión social o la regeneración democrática. Retos para los que los
mecanismos actuales no parecen funcionar o tienen un alcance limitado.

¿Y si estos desafíos se pudieran solucionar jugando? ¿Cómo la gamificación puede contribuir a
la transformación social? ¿Jugamos a transformar?